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“Pues bien, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”. (Marcos 10:9)
Para los creyentes, en la biblia está muy claro el mandato de Dios acerca del divorcio y los segundos matrimonios. “EL cónyuge (o cónyuges) que rompe el pacto matrimonial comete adulterio” (Marcos 10:11-12). Asimismo, existe un motivo válido para efectuar un divorcio y es la fornicación (Mateo 19:)9).
Es tradición que
sea la familia la que represente el modelo biológico, cultural y afectivo donde
se generan cambios que son necesarios para el crecimiento de cada uno de sus
miembros.
¿Según esto
entonces que pasa en nuestra sociedad actual? ¿Por qué los matrimonios no duran
como antes? ¿Qué pasa con las familias modernas? ¿Y los hijos?
Tenemos un sin número de motivos que nos llevan a tomar la decisión de separarnos; en el mejor de los casos o de divorciarnos.
En realidad, no
es tan fácil una separación como suponemos. Nadie sabe que hay qué hacer ni qué
es lo más conveniente. Afloran sentimientos de rabia, dolor, frustración, culpa
etc. Que nos pueden empujar a comportamientos peligrosos consumiendo gran parte
de nuestra energía.
Existen varios escenarios que se deben tener en cuenta
Cuando la pareja
toma la decisión de separase y no se tienen hijos en teoría es más fácil a
nivel emocional y económico puesto que no hay más personas involucradas. Firman
el acuerdo de divorcio y cada uno coge su camino.
Algunas parejas
no tienen hijos, pero si mascotas, aquí se complica un poco la situación. Vemos
conflictos por el quién se quedará con la mascota y si tiene algún derecho sobre
ella. Se considera casi igual que a un hijo.
Ahora bien, la
situación se vuelve aún más complicada cuando se tienen hijos en común. Implica
la custodia, la manutención, horarios de visitas, tiempo de vacaciones y días y
fiestas especiales.
Terminar con la
vida matrimonial provoca angustia, confusión, inseguridad, desamparo y
vulnerabilidad. Un divorcio separa a los adultos y cambia la estructura
familiar.
Cuando una pareja
toma la decisión de separarse, puede hacerlo de diferentes maneras; algunas protegen
a los hijos de los problemas conyugales y otras los ponen en el centro de la
batalla, ignorando sus necesidades, dejándolos desprotegidos y generando graves
trastornos emocionales.
En el momento en
que la pareja no logre un acuerdo de divorcio en buenos términos, puede
presentarse que el padre con el que conviven los hijos llegue a alterar la
conciencia de sus hijos usando diferentes estrategias, para evitar o destruir
el vínculo con el otro padre. Exagerando hasta los mínimos defectos y
debilidades.
Esto sucede cuando
el padre perjudicado no ha mostrado ningún comportamiento que justifique el desprestigio
de la que es víctima.
El padre que está
“programando” al niño causa la destrucción del vínculo entre ambos, que, puede
durar toda la vida. Esto puede llevar años de distanciamiento.
Cuando se le manipula,
corre el riesgo de no poder ser él mismo, sus pensamientos más profundos se apartan
por lo que se desea de él.
Por lo general
son las madres de los niños quienes provocan esta situación.
Sin embargo, hay
casos de padres que no viven con los menores, pero si tiene un contacto
frecuente, que incitan un acoso permanente, lo que conlleva a la pérdida de
autoridad del padre con el que conviven. Las abuelas en ocasiones también desempeñan
un papel fundamental.
Los niños pueden
insultar y desaprobar al otro padre, excusas triviales y poco creíbles, además aseguran
no ser influenciados por nadie. Llevan su odio a los demás miembros de la familia
(abuelos, tíos, primos) y cuentan hechos que no han vivido.
Los padres que modifican la conciencia de los hijos también muestran comportamientos clásicos negando las llamadas telefónicas a los hijos, no entregar los regalos, mensajes, etc. Impiden las visitas, no informan las actividades como actos escolares o deportivos etc.
Amenazan o castigan a los niños si se comunican con el otro padre, también por
el mal comportamiento de los hijos culpan al otro padre. Toman decisiones
importantes sin consultar (cambio de escuela, de religión), cambian o intentan
cambiar los apellidos o sus nombres y menosprecian e insultan al otro padre
delante de los hijos o de su nueva pareja.
Cuando las peleas
conyugales son frecuentes o intensas el niño puede sufrir al sentirse culpable
o desatendido por sus padres. Si las peleas son disimuladas, el niño también
percibe la tensión y el sufrimiento de los padres y puede solidarizarse con el
que pierde y llora o con el que se defiende, domina y ataca.
Los hijos se
enfrentarán a la pérdida de la convivencia de los dos padres, al miedo de ser abandonado
por parte de uno o ambos padres, el ir y venir de la custodia compartida. En
muchos casos habrá cambios de vivienda, de barrio, de amigos, de colegio, la falta
de dinero y la cancelación de actividades extraescolares etc.
Sin embargo, no es
una enfermedad y no existe un cuadro clínico específico. Solo dependerá de cómo
era el ambiente familiar y de la manera cómo se desarrolle el proceso de
separación.
Cuando los padres
están seguros de la separación es muy importante comunicarla a los hijos,
haciendo énfasis en que se separa es la pareja más no los padres
y como tales seguirán protegiéndolos y educando por toda la vida. Que el amor
que los unió al principio ha desaparecido.
Es importante que
no piense que él es el responsable de la separación, sino que es cosa de
adultos y que el amor por un hijo nunca se acaba.
El divorcio provoca sufrimiento para la pareja y para los hijos
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El duelo
En una ruptura de pareja uno suele vivirla como un paso adelante y el otro como un paso atrás, pero para ambos es un proceso de pérdida que tendrán que superar.
Una separación como
cualquier pérdida, crea sentimientos, emociones, fantasías, actitudes y
conductas típicos de un proceso de duelo.
El duelo comienza
cuando se nota que la relación no puede repararse y termina cuando la pareja añade
una nueva situación sin negar la realidad, aceptando el fracaso de su relación.
Tener capacidad
de introspección en lugar de culpar al otro o al resto del mundo.
Un mal duelo
implica actitudes maníacas de triunfo, odio y desprecio hacia la pareja.
También pueden surgir sentimientos de culpa, melancolía y dudas sobre la
decisión, tomada.
Por otro lado, un
duelo normal permite restaurar el mundo interno, enriquecerlo con la nueva
experiencia y reforzar la confianza para reconstruir los lazos con el mundo
externo.
Tres tipos de padres no convivientes
✔ Los que son incapaces
de ser emocionalmente cercanos con sus hijos que se sienten desplazados por el
pago de una cuota económica que, si no la cumplen, puede significar que no verán
a los niños. Pueden distanciarse y desvincularse de sus hijos o quizás nunca se
preocuparon demasiado por ellos.
✔ Otros se
redescubren a sí mismos en el rol parental creando una cercanía con sus hijos la
que antes no tenían.
✔ Y están los que
siguen conectados a sus hijos y son capaces de trabajar de manera conjunta con
la madre por el bienestar de los niños.
El padre que está con los niños solo el fin de semana siente que tiene poco tiempo para compartir y prefiere saltarse los límites. Sin embargo, los niños deben mantener las mismas normas y reglas en las dos casas de sus padres.
¿Qué pasa con la madre?
Por el distanciamiento
que se produce entre los padres, la madre puede llegar a depender de su hijo dándole
el rol de “hombre de la casa” así el niño pierde las etapas de su vida de
acuerdo con su edad, rápidamente se vuelven maduros y razonables así la
depresión y la tristeza los atrapa.
Permitir o animar
a que los niños duerman en la cama de su madre es como si tuvieran que llenar
el vacío que ha dejado la pareja o necesitan al niño para sentir que viven. Son
padres narcisistas que no han sido capaces de afrontar el duelo de la
separación y solo piensan en su bienestar.
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La custodia
El padre que tiene la custodia se ve obligado a una rutina diaria de tareas escolares, actividades y hábitos que fomentar que resulta muy agotadora de ahí que se pierden los momentos de relajación y diversión familiar.
La custodia se otorga por lo general a las madres ya que tradicionalmente se considera que son las principales cuidadoras de los niños.
Cuando la
custodia es compartida fomenta el compromiso y exige una organización, necesita
confianza mutua, cooperación y comunicación. Cuando estas condiciones se dan,
la función de los padres se reparte mejor y los desacuerdos disminuyen mejorando
la responsabilidad y el afecto.
En el momento que
los padres reconstruyan su vida afectiva, es conveniente que de manera progresiva
den a conocer a la nueva pareja con los hijos y si todo marcha bien, se explica
cómo será la convivencia reafirmando siempre el vínculo, aclarar los roles y
las funciones.
La pareja de los
padres debe contar con la aprobación del padre para establecer límites para la
convivencia. Se crearán nuevas relaciones, pero llevará tiempo acostumbrarse, convivir
con las manías, hábitos y características de cada uno. Puede haber conflictos y
celos que se pueden arreglar hablando del tema
La falta de un entorno familiar adecuado, las actitudes duras, la rigidez en la educación, la negligencia, la falta de límites, el imponer prematura y repentinamente una nueva pareja pueden hacer que los niños se nieguen a ir con el padre que no tiene la custodia o que hayan retrasos en el desarrollo del niño.
Este artículo es de carácter informativo. En caso de presentar alguna condición o malestar, acude a un especialista en la salud.
Fuente
Boix, M. M. (2014). EL
DIVORCIO DE LOS PADRES Y SU REPERCUSIÓN EN LOS HIJOS. Cuadernos de
Psiquiatria y Psicoterapia Iinfantil, (57).
Testor, C. P., Pujol, M. D.,
Vidal, C. V., & Alegret, I. A. (2009). El divorcio: una aproximación
psicológica. Universidad Ramon Llull, 2, 39-46.
De la Cruz, A. C. (2008). Divorcio
destructivo: cuando uno de los padres aleja activamente al otro de la vida de
sus hijos. Diversitas: Perspectivas en psicología, 4(1),
149-157.
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Este artículo es de carácter informativo. En caso de presentar alguna condición o malestar, acude a un especialista en la salud